La noche oscura del alma, así le llaman a ese periodo que se llega a experimentar una o más veces durante la vida. Un profundo dolor que ha llegado inesperadamente a tu vida, un dolor que te sacude y te saca las heridas más profundas a flote. No importa lo que lo haya ocasionado, ha llegado porque es momento de interiorización, aprendizaje y por ende, de expansión.
Este proceso es incómodo, confuso y asfixiante incluso, pero una vez que atraviesas ese sendero, inevitablemente no eres el mismo, estarás más completo porque te habrás conocido más, habrás reconocido aquellas partes que no sabías que estaban dentro de ti.
¿Qué hacer ante esta revolución de tu ser? La clave, en mi punto de vista, es recorrer, sentir y abrazar ese camino tan personal e imprescindible para que nuestro exterior mejore. Sin embargo tememos sentir, ¿por qué? Sin duda estamos en una época donde la anestesia emocional parece la mejor opción, estamos en tiempos de inmediatez, de seguir lo más sencillo, lo que no duela. Evitamos conversaciones incómodas para no pasar un mal rato. Vivimos pensando que el tiempo todo lo cura y le dejamos todo el trabajo al tiempo; el tiempo, queridos lectores, solo hará el costal más pesado y la piel arderá por sostener tanto.
Entonces… te invito a recorrer ese camino soltando, fluyendo y agradeciendo las pequeñas cosas de la vida. Recuerda que la meta aquí es lograr una mayor comprensión de nosotros mismos. A mi me gusta ver este periodo como una estación del año, temporal.
Te comparto la siguiente frase escrita por Carl Gustav Jung:
“No hay despertar de la conciencia sin dolor. La gente es capaz de cualquier cosa- por absurda que parezca- para evitar enfrentarse a su propia alma. Nadie se ilumina fantaseando sobre la luz, sino solamente haciendo consciente su oscuridad”
Tania Espinoza
Fundadora